miércoles, 9 de octubre de 2013

El cuidador y la persona con Alzheimer

Cuidar a una persona con Alzheimer tiene un gran costo humano, que absorbe la vida de sus acompañantes, produciendo eventualmente una seria patología física y mental.
 
El cuidador usualmente es tolerante con los primeros síntomas, pero cuando la enfermedad avanza y comienzan los trastornos psiquiátricos, el cuidador socava su integridad emocional y puede tener padecimientos físicos.
 
Por Heriberto A. Acosta, MD
La otra cara de esta enfermedad es el padecimiento del cuidador. Cuidar a una persona con Alzheimer tiene un gran costo humano, que absorbe la vida de sus acompañantes, produciendo eventualmente una seria patología física y mental.
Gran parte del problema es que mientras toda la atención se pone en el enfermo con Alzheimer, por lo general, nadie se percata del estrés y la sobrecarga que conlleva el cuidador, siendo, en muchas ocasiones una víctima invisible de la enfermedad.
La sobrecarga y el estrés pueden llevar al cuidador a una situación que le haga perder la tolerancia hacia el paciente, y mostrar conductas de irritabilidad y agresividad hacia la persona enferma. 
El cuidador usualmente es tolerante con los primeros síntomas, pero cuando la enfermedad avanza y comienzan los trastornos psiquiátricos, el cuidador socava su integridad emocional y puede tener padecimientos físicos.
Algunas de las emociones, los pensamientos y los sentimientos que pueden experimentar los familiares y los cuidadores son:
1) Negación
2) Rabia o irritabilidad
3) Autocompasión
4) Ansiedad y miedo
5) Depresión
6) Agotamiento
7) Pena
8) Sentimiento de culpa
9) Enojo
10) Vergüenza
11) Soledad
Es importante que el cuidador registre las emociones que va experimentando y tome conciencia de estas para manejarlas. El cuidador debe cuidar de sí mismo y tomar medidas para salvaguardar su bienestar y salud. 
En la enfermedad de Alzheimer, las necesidades a satisfacer, cada día son mayores, por lo cual debe tratar de involucrar a otros miembros de su familia desde el comienzo. Acepta la ayuda que tus amigos te ofrezcan. Es esencial que tengas tiempo para ti. Esto te permitirá pasar tiempo con otras personas, disfrutar de actividades placenteras y divertirte. 
Hay que reconocer el agobio y los límites que se tienen.  No te culpes; tampoco responsabilices a la persona enferma por los problemas que atraviesas. La causa de los problemas es la enfermedad y no la persona enferma.
Si comienzas a sentirte deprimido, angustiado, ansioso o estresado, ve a un médico cuanto antes. No desatiendas tu salud física, haz consultas periódicas con tu médico clínico.
Asegúrate de dormir lo necesario, haz ejercicio físico, es fundamental para tu salud física y te dará más energía. Participa de grupos de apoyo y asiste a cursos breves de capacitación para familiarizarte con la enfermedad.

El autor es neurólogo.
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